Todos tenemos un momento de revelación en nuestras vidas. Queremos decir a toda costa lo que pensamos y deseamos que se nos escuche. ¿Quién no se ha rebelado ante sus padres o profesores en la adolescencia? Y aunque en ciertos aspectos sigues pensando que tienes razón, cuando eres mayor, te das cuenta de lo poco racional que fuiste en algunos momentos.
Esto fue básicamente lo que le pasó a Aristóteles frente a su maestro Platón. A pesar de la sabiduría y experiencia de su maestro, el primero siempre se creía mejor y trataba de imponer sus criterios. De ahí el nombre de este síndrome.
Exponer y debatir tus teorías no tiene por qué ser grave. En la adolescencia las hormonas nos juegan malas pasadas y es casi normal tener momentos de euforia y crisis de personalidad a cierta edad. Sin embargo, tanto en la edad temprana o en la edad adulta, el problema surge si tratas de imponer tu criterio a toda costa sin tener en cuenta las opiniones del resto, tengan o no tengan razón. Entonces podríamos decir que es posible que sufras del Síndrome de Aristóteles y da igual la edad que tengas.
El daño que puede generar tener el Síndrome de Aristóteles
Está bien defender tu opinión, pero resulta perjudicial si te dejas llevar por tu ego y pretendes tener siempre la razón sin tener en cuenta por saber si te equivocas o no. Lo único que puedes conseguir con eso es hacer callar siempre al resto para que éstos no entren en disputas, aunque, tarde o temprano, se alejarán de ti porque el ambiente que se genera termina siendo insostenible.
En una empresa, por ejemplo ¿no os ha pasado que a menudo es imposible mantener un diálogo con tus jefes o compañeros si tu idea no es acorde a sus razonamientos?
Estas personas no suelen escuchar, más bien se imponen. De hecho, está demostrado que muchas empresas han quebrado precisamente por este tipo de problema, el cual se podría haber evitado.
Esto no solamente ocurre en las empresas, sino también en las familias, las cuales terminan por romperse o viviendo en constantes discusiones.
El "falso ego" te convierte en un ser despreciable
Querer llevar siempre la razón a costa de pataletas o de hacer cerrar el pico con tu prepotencia, te convierte en una persona arrogante e intratable. Una cosa es ser competitivo y otra es creerse siempre el mejor. Hay quien confunde tener la autoestima alto con el complejo de superioridad.
Está genial tener la autoestima en equilibrio para ser feliz y sacar todo tu potencial. Aunque, es distinto sentirse superior al resto sin tener en cuenta sus valores y opiniones. Esto último te convierte en una persona despreciable. Así que, practica la humildad y evita el típico comentario de:
Ya te lo dije, ya lo sabía, sé más que tú, tengo más experiencia... Y ten en cuenta a los demás.
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